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mayo 27, 2013

magnum opus...


Magnum Opus. Por: Sabina Berman

El escritor decidió que era momento de escribir su Magnum opus. La gran obra que le abriría las puertas de la inmortalidad.

Su esposa lo miró por la ventana de la sala cruzar el jardín con la maleta en la diestra, rumbo a la camioneta. En la maleta llevaba dos mil hojas en blanco, 15 pomos de tinta negra, ocho plumas fuente, algunos libros de consulta, incluido un voluminoso diccionario.

El escritor se encerró en una cabaña en el bosque, una cabaña de una sola estancia, sin teléfono y sin internet. Por ningún medio alguien podría distraerlo de la gran obra.

Pasado demasiado tiempo sin noticias de él, su esposa acudió a la cabaña, con un cierto remordimiento anticipado. Era probable que su marido se irritara con su incomprensión del tiempo de la ficción. Cuántas veces debo repetirte, le reclamaría, que el tiempo de la ficción es otro que el de los relojes. Un tiempo donde en un párrafo puede suceder un siglo y donde un minuto puede extenderse durante 10 hojas. Luego de no recibir respuesta, la esposa rompió con un hacha la puerta de la cabaña. La única estancia estaba literalmente repleta de hojas escritas. En la mesa, en el piso, en los muebles de la cocina, hojas y más hojas en desorden, repletas de palabras y más palabras en tinta negra. Sin embargo no vio ni trazas del escritor.

La esposa tomó una hoja para leerla. Y luego otra hoja. Y con creciente terror, otra. Y otra. Y de pronto levantó otra hoja y ahí estaba el hombre. Diminuto. Más breve que un dedo pulgar, hablándole, pero era tan minúsculo que su voz se escuchaba como un levísimo chirrido.
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[Sabina Berman: escritora, dramaturga y ensayista mexicana]
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